¿Por qué Incendios duele bonito?

¿Por qué Incendios duele bonito?

¿Han experimentado sentimientos encontrados? ¿Sí? ¿No? Demos algunos ejemplos y me dicen si es así. 

Cuando están tristes por cualquier motivo, entran a internet, ven algún meme y ríen sin querer, incluso si están llorando; se siente extraño, ¿cierto?. Tal vez, un ejemplo menos banal podría ser esas ocasiones en las que sabes que cierta acción o suceso están mal (desde tu punto de vista), pero a la vez hay cierta justicia en ella. Hay una mezcla de emociones difíciles de delinear, y hasta  para explicarlas es complicado. ¿En dónde termina mi tristeza y comienza mi alegría? ¿Me estaré volviendo loca por pensar que algo que está mal es justo? No, claro que no, lo que sucede es que tenemos la capacidad de sentir más de una emoción a la vez y, aunque una de ellas sea preponderante, la más sutil tampoco es, por ello, menos importante. De esto se trata este artículo, de descripciones que, posiblemente contrarias, se complementan a la perfección.

Cada historia cuenta un amor que se atreve a lo imposible.

Al leer las opiniones de cada una de las obras publicadas en Taika Editorial, nuestros lectores nos alegran la existencia con sus hermosas palabras. Les comparto que estamos y estaremos eternamente agradecidas por cada uno de sus aportes, y, a propósito, tenemos una curiosa anécdota respecto a la reseña de uno de nuestros libros más queridos, la cual me gustaría compartir en este espacio. 

Para ponerlos en contexto, comencemos con un ejemplo: cuando alguien nos pregunta qué opinamos de un libro, quizás lo que venga a nuestra mente sea decir que la historia es conmovedora, ya que su mensaje nos caló profundo en el alma y removió emociones que dejamos salir a flote en forma de un torrente de lágrimas. Quizás podamos expresar que es emocionante porque entre sus páginas encontramos confrontaciones asombrosas o una vuelta de tuerca que no nos esperábamos, y eso nos hizo sumergirnos en su trama, disfrutar más de la lectura. Incluso se puede argumentar que el libro es tan romántico que nos lleva a suspirar por un amor igual al descrito e imaginar que lo que le sucede a los personajes de la novela se ha convertido en un ideal del amor para nosotros y nuestra pareja. En fin, hay un montón de adjetivos que nos apoyan a sintetizar eso que sentimos cada vez que paseamos nuestra mirada por ese instrumento mágico llamado «libro». 

De esta forma, me parece curioso que la aseveración más común acerca de Incendios sea un par de palabras que creería, en primer lugar, no podrían usarse juntas al ser tan contrarias entre sí, ya que son dos emociones que por sí mismas sonaría ilógico usarlas en conjunto. Y es que, en general, los lectores opinan que Incendios «duele bonito». 

El dolor, por principio, no es una sensación para nada placentera como para clasificarla como bonita. Al contrario, es una alerta dentro de nuestro sistema que nos indica que algo no anda bien, ya sea física o emocionalmente. De entrada, es complicado procesar la idea de que algo pueda doler bonito si nos ponemos estrictos con las definiciones.  

Me he cuestionado por un tiempo, y también para escribir este pequeño artículo, cuál era la razón de este sentir, de este «doler bonito». Reflexioné un poco y volví a leer la antología de Incendios para sustentar esta idea. Puedo decir que, como lectora y admiradora de este libro y su autora, estoy totalmente de acuerdo con esta opinión. 

Y el dolor se complementa con ilustraciones hermosas.

Sí, no podemos negarlo: duele leer Incendios. Duele hasta el fondo del alma saber que, en esos mundos creados por la increíble Jazz Noire, hay de alguna u otra forma fuertes impedimentos para concretar una relación en la que puede negarse todo menos el amor, y que precisamente ese sentimiento que impera en la obra, una pareja, aun con su imperfecciones, se ama por sobre todas las cosas. 

Lo que posiblemente provoca el otro sentir, es decir, la sensación de «bonito», es ese ligero y constante rayo de esperanza con el que el lector espera que haya algo mágico, o no, que mejore la situación de sus protagonistas, que los deje amarse como se merecen y como el lector desea que lo hagan; sin embargo, al final la respuesta es que ellos ya se aman con todo su ser y están dispuestos a hacer hasta lo indecible para demostrarlo. De ahí procede un sentimiento de victoria al leer estas historias, pues de alguna u otra forma hay un objetivo que se ha cumplido en cada una de ellas.

Porque a veces las clases sociales y la desigualdad pueden provocar que hagamos locuras para concretar un amor. 

Porque siempre hay una razón, por más irracional que sea, de permanecer junto a tu ser amado.

Porque aun el ser más perverso puede ser un bálsamo para otra persona que siempre ha vivido en soledad.

Porque una incapacidad no debe ser una barrera al momento de profesar algo tan diverso como el amor.

Porque siempre una acción hecha con amor va a valer más que mil palabras.

Incluso una injusticia puede quitarte la oportunidad de estar con el amor de tu vida, mas no quiere decir que te vayas a dar por vencido.

Siempre hay esperanza, siempre hay una razón por la cual seguir adelante, por la cual luchar. Y es ese el mensaje que transmite Incendios en su conjunto: No hay por qué contenerse cuando se trata de amar. 

La vida puede poner muchos obstáculos para amar a otra persona, pero está en nosotros no rendirnos y darlo todo por ese sentimiento tan hermoso y que puede darnos tanto solo con el hecho de compartirlo.

Incendios duele bonito y duele hasta el alma. Pero es un dolor que sana, que nos hace reflexionar y cuestionarnos si estamos dispuestos a hacer lo mismo que sus personajes si nosotros estuviéramos en su lugar. Nos hace pensar que vale la pena hacerlo para ver la sonrisa que tanto anhelamos, para tener un momento único con ese ser amado, para demostrar que somos el alma gemela de esa persona especial. 
Es esa llama que se instala en nuestro corazón al momento de leer los cuentos de Incendios, una llama de esperanza que nos dice que de cualquier forma hay un amor puro e innegable entre los protagonistas. De ahí proviene la acertada frase «duele bonito».

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